El general Roberto Chiabra ha dicho en una entrevista: “El gobierno debe reconciliarse no con el fujimorismo, sino con los ciudadanos”, palabras muy inteligentes. El papa Francisco, por su parte, ha enfatizado: “El proceso de construir la paz y la reconciliación nacional solo puede progresar si existe un compromiso con la justicia y el respeto a los derechos humanos”, palabras igualmente muy inteligentes. Y ¿por qué son palabras inteligentes? Porque se corresponden con la realidad.
La reconciliación en el Perú no es un invento, una fantasía, es un clamor de la mayoría de los peruanos de a pie, y así lo demuestran las masivas movilizaciones que denuncian y piden justicia por las esterilizaciones forzadas; los detenidos-desaparecidos; el aniquilamiento de poblados enteros, incluidos mujeres, ancianos y niños; los crímenes de Barrios Altos, La Cantuta, Pativilca, etc. Todos ellos víctimas civiles inocentes del terrorismo de estado que nada tuvieron que ver con el terrorismo de Sendero Luminoso.
Pero, ¿por qué hay personajes que se empeñan en “el negacionismo”, en reescribir la historia, en dejar impunes miles de crímenes, en dejar sin nombres decenas de fosas comunes? ¿Por qué hay personajes que se empeñan en no reconciliarse con los peruanos y si, en cambio, en reconciliarse con los criminales?
Pues, porque todo proceso de reconciliación conlleva los siguientes pasos:
1- Aceptar la falta cometida.
2- Arrepentirse sinceramente y tener el propósito de no volver a cometer la falta.
3- Pedir perdón a las víctimas de manera sincera.
4- Reparar el daño moral y cumplir con la pena que mande la justicia.
5- Reconciliarse y empezar una vida nueva.
Quienes hoy en el Perú eluden su tarea en la reconciliación nacional, especialmente ignorando a las víctimas civiles inocentes y tratando de reescribir la historia, tienen un interés personal: VOLVER A COMETER LA FALTA y NO EMPEZAR UNA VIDA NUEVA. Porque prefieren la vida pasada, aquella que les permitió vivir de la corrupción, la infracción de la ley y la impunidad.
Todo ese “negacionismo” de algunos individuos tiene por objetivo volver al gobierno para implementar las mismas prácticas dictatoriales, prepotentes, ilegales y corruptas en las que son maestros y a las cuales no han renunciado, y de las cuales nunca se han arrepentido.
No aceptar la falta, no pedir perdón, no reconciliarse, significa que esos sujetos consideran que lo que hicieron no merece condena, que es aceptable, y que lo pueden hacer de nuevo.
En julio de 2015, ante más de un millar de líderes de movimientos populares e indígenas del continente reunidos en Bolivia, el papa Francisco pidió perdón por la pasividad de la iglesia católica ante los crímenes cometidos durante la conquista de América, diciendo: “Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no solo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. Luego, el dirigente indígena Adolfo Chávez, concluyó: “Aceptamos las disculpas... Es hora de dar vuelta a la página, ir de la mano y empezar de nuevo”. Un verdadero modelo de reconciliación.
Las voces de lucidos profesionales, periodistas, sacerdotes, políticos, jóvenes y gente marchando en las calles nos dicen que los peruanos necesitamos RECONCILIACIÓN CON VERDAD Y JUSTICIA, para empezar así, de aquí hacia adelante, una vida nueva.
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