martes, 12 de mayo de 2015

El justo punto medio

(Contando una historia)

Muy buenas tardes a todos, que gusto de verlos, que alegría que me hayan invitado a participar en este “Taller de Formación Ciudadana en Valores”, y poder contribuir con un granito de arena, o mejor diría con una bonita historia.

Una radiante mañana de primavera, Aristóteles paseaba con sus alumnos por los jardines del Liceo. Extasiado por el verdor de los olivos, el festival de colores de las flores y el jubiloso trinar de las aves, exclamó: “¡Que hermosa está la mañana, cuanta felicidad nos trae al corazón!”.


Al escuchar esto, el más joven de sus pupilos le preguntó: “¿Maestro, cual es el camino a la felicidad: la belleza, el placer, el dinero, los honores o la sabiduría?”

Una pregunta muy difícil, ¿verdad?, pero Aristóteles no se inmutó, se alisó la blanca túnica y le respondió: “Todas esas cosas, querido discípulo, aportan felicidad, pero no por el hecho simple de tenerlas, sino por la forma como se las obtiene y se las disfruta”, y añadió, “para alcanzar la verdadera felicidad nuestras acciones deben ser prudentes y correctas”.

Rascándose la barba, “¿Acciones prudentes y correctas?”, se dijo para sí otro de los estudiantes, y le preguntó a su vez: “¿Maestro, y cómo sabremos si nuestras acciones son prudentes y correctas?”.

Aristóteles, que marchaba pausadamente, se detuvo bajo la sombra de un olivo muy alto y cargado de morenas aceitunas, y les explicó: “Las acciones prudentes y correctas son las que se encuentran en el justo punto medio entre dos extremos. Por ejemplo, si yo me encuentro con un amigo que no tiene dinero y padece hambre, puedo no darle nada o puedo brindarle una opípara comida. Pero si no le doy nada soy un tacaño, y eso no es bueno.


Por otra parte, si le proporciono una opípara cena, puedo quedarme sin dinero para alimentar a mi familia y sería un derrochador, y eso tampoco es bueno. 

En cambio, sí me ubico en el justo medio y le brindo a mi amigo un trozo de pan y un poco de vino, habré hecho lo justo, un acto generoso.

“Sin embargo, el justo punto medio no es único ni igual para todos. El acto que yo acabo de realizar puede ser calificado de generoso teniendo en cuenta que soy una persona modesta, pero el mismo acto sería calificado de tacaño si lo llevara a cabo un Rey. Así pues, cada quien debe hacer lo mejor según sus posibilidades”.

Y contemplando a lo lejos el gimnasio, dorado por los rayos del sol, sentenció: “Solo quien actúa de manera correcta, colocándose siempre en el justo medio, alcanza la felicidad, pues los extremos son los vicios, aquellos que nos hacen daño y nos atraen la desdicha”.


Todos volvieron a ponerse en marcha y los alumnos, algo rezagados, comentaban entre sí la reciente enseñanza de su maestro. Mientras avanzaban, el primero que había hablado se animó a preguntar de nuevo: “Maestro, ¿cómo podemos vivir siempre según el justo término medio?”. Aristóteles, sonriéndole, le replicó: “Para que nuestros actos sean siempre prudentes y correctos deben convertirse en hábitos. Hay que practicarlos constantemente, en todo momento, hasta que sean realmente auténticos... Una golondrina no hace el verano”.

Y así, bajo el sol del mediodía, y acompañados del suave trinar de una codorniz, todos finalmente arribaron al gimnasio.

Queridos amigos, recuerden que para ser felices y hacer felices a los demás hay que actuar siempre correctamente, en el justo término medio, con una actitud Gano-Ganas, y hacerlo constantemente hasta convertirla en una actitud auténtica. 


Que tengas un día espectacular.

1 comentario:

Pinor2015@gmail.com dijo...

No llegamos a nada que nos cueste mas de un esfuerzo,
si el destino del hombre es de enriquecerse
y con lo que gane, en seguida tenga como DIOS
La Gloria y el Placer de Dar.