miércoles, 27 de mayo de 2015

En busca de la felicidad

(Discurso de inspiración)

Quiero que observen a este hombre, es muy especial. Su sabiduría y vida ejemplar lo han llevado a convertirse en el asesor personal del Dalai Lama.

Pero además, Matthieu Ricard, según estudios de la facultad de neurociencias de la Universidad de Wisconsin, EEUU, es “El hombre más feliz de la tierra”.


Ricard nació en el seno de una acomodada familia francesa, tras cruzar brillantemente la universidad, hizo un doctorado en genética celular. La vida lo puso en el camino del éxito y la riqueza, y quién sabe, de la fama.

Sin embargo, hace cuarenta y cinco años dejó la vida de la alta sociedad por la sobriedad de un monasterio en las montañas de Nepal.

Una historia extraordinaria y desconcertante ¿no te parece? Extraordinaria por el coraje de este hombre para seguir a su corazón, y desconcertante porque  su caso parece contradecir lo que el común de las personas concebimos como los requisitos de la felicidad: el éxito, el dinero y el placer. ¿Verdad que así solemos pensar? Tú y tú y yo, gran parte de nosotros.

Pero no, Matthieu Ricard hace cuarenta y cinco años decidió dejarlo todo para seguir el camino que sus convicciones le dictaban, y esa elección lo llevó a ser  más feliz que tú o yo. Mucho más feliz. El más feliz.

Pero cuidado, que no te estoy sugiriendo que te rapes la cabeza, te envuelvas en una túnica azafrán y te consigas un boleto directo al Tíbet para hallar la dicha. No, en absoluto. El mismo Ricard precisa que no le puede asegurar la dicha a todo el que haga lo mismo.

Lo que esta historia muestra, en cambio, es que la felicidad es el producto de seguir tus convicciones hasta alcanzar las metas que te has propuesto. Metas que provengan de tus valores y sentido de la vida. Metas que tú desees alcanzar y no metas que debas alcanzar.

Como bien dijo Ralph Waldo Emerson: “El éxito consiste en obtener lo que se desea. La felicidad, en disfrutar lo que se obtiene”. O con mayor precisión Bertrand Russell: “Muchas personas que son desdichadas podrían llegar a ser felices si hicieran un esfuerzo bien dirigido”.

Y son muchas las historias inspiradoras de “esfuerzo bien dirigido” que han dado regocijo a sus protagonistas: Albert Einstein (Físico y promotor de la paz mundial), Charles Chaplin (actor y defensor de los desposeídos),
Jane Goodall (primatóloga y activista ambiental), Edward R. Murrow (periodista y defensor de una prensa honesta), Salvador Dalí (pintor surrealista, apasionado del lujo y megalómano), John Lennon (cantante e ídolo de toda una generación de jóvenes), y sí, también podemos mencionar a Warrent Buffet (billonario y filántropo), Donald Trump (solo billonario), etcétera.

Quiero que prestes atención a esto: todas estas historias son diferentes entre sí, tan disímiles en objetivos y en valores, que algunas son diametralmente opuestas en los fines que persiguieron. Pero todas tienen una cosa en común: sus protagonistas se fijaron una meta en la vida, una meta que creyeron justa y valiosa, una meta que desearon con todo su ser, y entregaron su mejor esfuerzo por alcanzarla, y eso los hizo felices.

Pero ¿por qué estamos discutiendo esto? ¿Por qué es importante la felicidad en nuestras vidas?

Imagínate que pasaría si nada te hiciera feliz: si te pasaras los días aburrido repitiendo la misma rutina, como un infortunado hámster dando vueltas infinitas en la rueda de su jaula; si la única novedad en tu vida es que te estás haciendo cada vez más viejo o vieja. Pues, que harías las cosas con desgano –bastante lejos de la bendita excelencia–, no emprenderías ningún proyecto nuevo –o sea, creatividad cero–, no te interesaría aprender algo más –tu vida se estancaría–. Tu personalidad, antes ágil y entusiasta, se volvería perezosa y descuidada. Tu rostro, antes cordial, se trasformaría en un pergamino gris.

Así que, la felicidad en tu vida, como vez, es mucho más que el placer sensual o unos "instantes de gozo" para equilibrar el estrés que el sistema te provoca, y puedas así continuar sirviéndole hasta que revientes. No. La felicidad, la verdadera, verdadera felicidad, es aquella que te desborda cuando sientes que estas en el camino correcto y tienes el control, cuando te sientes útil, ayudas, quieres y te quieren. La verdadera dicha lleva energía a tu cerebro y motivación a tu existencia;  aviva tu deseo de hacer grandes cosas e innovar. Ella te impulsa a progresar, a trascender.

Disfrutar de “las pequeñas cosas de la vida”, hacer “ejercicios de relajación”, contemplar “una puesta de sol” o “sonreír constantemente”. Todas esas cosas ayudan, sabes, están bien, nos hacen sentir mejor, pero no nos proporcionan un júbilo verdadero. Son pasajeras, no alcanzan para darte esa dicha consistente que deseas. Bertarnd Russell sentenció sobre estas acciones: “Cuando el placer momentáneo termina sólo queda fatiga, disgusto y la sensación de que la vida está vacía”. ¿A caso no te ha sucedido eso a ti también?

¡Claro!, y lo que te propongo es tener una gran felicidad de hacer grandes cosas. Una felicidad perdurable por estar ligada a proyectos de largo plazo. Una felicidad que se derive de tu sentido de la vida, de tu propósito en este mundo. Una felicidad que impregne cada aspecto de la visión que tienes de tu futuro, la imagen mental de lo que deseas llegar a ser. Lo que sea que quieras llegar a ser. Una felicidad que se encuentre materializada en un plan de acción, con metas que tú has elegido y deseas, no la sociedad, no la empresa, no alguien más. Una felicidad que supere las dificultades como lo hace un atleta de carrera de vallas, con energía y decisión, sin detenerse ante los errores. Una felicidad que no tema subirse al podio de los ganadores.


Empecé esta charla con la historia de un monje budista que dejo su vida acomodada en Inglaterra por una de austeridad en el Tíbet, y voy a terminarla contándote la historia de otro monje budista que dejó su vida de austeridad en el Tíbet por otra, digamos, más cómoda en Inglaterra.


Se trata de Andy Puddicombe, nacido en un hogar pobre en Inglaterra. Tras viajar al Tíbet y convertirse en monje budista, se ganaba la vida como profesor de meditación. Hasta que un día tuvo el gran deseo de llevar sus enseñanzas a una mayor cantidad de gente. ¿Y por qué no a millones, se dijo? En ese momento sintió que tenía un objetivo superior para su vida.


Así que creó la empresa y la aplicación móvil Headspace, cuya propuesta es mejorar nuestras vidas a través de la meditación, y Puddicombe nos proporciona para ello unas locuciones que nos introducen en la concentración.

Desde su aparición en 2010 lleva ya ganados ¡25 millones de euros!, y se ha trasladado a su país de origen, Inglaterra, para dirigir mejor su negocio. Ahora es común verlo en diversos escenarios de Inglaterra y EEUU dictando charlas... con una gran sonrisa en el rostro.


Ricard y Puddicombe son la prueba de que dos personas, en el mismo camino, pero transitando en direcciones opuestas, pueden llegar a ser igualmente felices.

Nuevamente, no te estoy aconsejando que te rapes la cabeza, te envuelvas en una túnica azafrán y te consigas un boleto directo al Tíbet para hallar la felicidad o la riqueza o ambas cosas. No. La moraleja de esta charla es que sepas exactamente lo que deseas hacer en tu vida, le dediques tu mejor esfuerzo y seas feliz disfrutando del camino.


Que tengas un día espectacular.

No hay comentarios: